domingo, 27 de junio de 2010

Adorable imperfección

Con el transcurrir del tiempo he ido identificado una serie de errores y casi he conseguido hacer un listado de aquellas cosas que no me gustan de ti.

No me gusta que a veces no te peinas.

No me gusta que aún pudiendo hacerlo, nunca contestes mis llamadas o respondas mis e-mails, aduciendo que "no sabes qué decir".

No me gusta tampoco notar que cuando te hablo pareces distraída, como sino quisieras estar allí.

No me gusta que he notado que eres irresponsable e impuntual.

Hay otras cosas que tampoco me gustan de ti, aunque son las que me han enamorado:

La forma tan "casual" en que te sonríes cuando estoy frente a ti.

La manera en que caminas cuando sabes que te estoy viendo.


En definitiva, he llegado a una conclusión. Yo no quiero a alguien como tú, para mí.


He razonado, con el paso del tiempo, que no quiero a alguien como tú. Yo te quiero a ti.

No quiero a nadie que se parezca a ti, te quiero exclusivamente a ti.

No me gustaría encontrar a ninguna otra persona con la montaña de errores que tú tienes, porque la odiaría, y tú, sólo tú, eres capaz de enamorarme a pesar de cada una de esas cosas que podrían alejarme, pero consiguen acercarme.


No quiero a nadie como tú. Te quiero absolutamente a ti. Eres adorablemente imperfecta.

sábado, 19 de junio de 2010

Que conste

Que conste que no me alegra tu desgracia, aunque me parece justo que experimentes qué se siente extrañar a alguien.
No disfruto que tu soledad te haga sentir miserable, pero creo que es algo bueno que experimentes ese sentimiento que aflora cuando reconoces decididamente que existe un ser que te hace sentir la mejor persona del mundo, sólo con estar a tu lado.
No me resulta ni siquiera agradable tu tristeza, pero que conste que eso es algo beneficioso para ti. Ahora sabes que en momentos de tristeza, sí hay quien pueda dibujar una sonrisa automática en tus labios.
Que conste que en estos días en que has descubierto que estás enamorada de mí, que me necesitas y que matarías por tenerme a tu lado, yo tengo exactamente el mismo sentimiento.

domingo, 6 de junio de 2010

Extracto del libro

Así, por segunda vez el chico se enamoró y aunque en esta ocasión, tuvo más suerte, el resultado seguía siendo el mismo: soledad. Esa soledad que, por supuesto, a los veintitantos años es relativa. Podría tener a una, o a varias chicas, cuando lo quisiera. No era feo, tenía buen sentido del humor, olía bien y hasta hacía ejercicios, no muchos, pero sí los suficientes para tener un cuerpo decente. Además, y por si fuera poco, la dentadura era perfecta. Dientes color marfil, rectos como regla o como chicles de pastilla y parecía moralmente sano, es decir, no era un asesino, un drogadicto o alguien impresentable frente a la familia, en el caso hipotético de que eso fuese estrictamente necesario. A nadie le gustaría presentarle a su abuela o a su madre un chico abruptamente extraño. Dependiendo del vestuario, pasaría por un caballero o por alguien verdaderamente desfasado con la moda.
Pero a pesar de sus múltiples atributos, estaba en el penúltimo año de su carrera y no pensaba demasiado en el amor. Aunque él solía decir que, a la verdad, era el amor quien no pensaba tanto en él. Nunca tuvo ocasión de levantar los libros de una chica mientras sus cabezas chocaban y al verse sonreían y de pronto el amor a primera vista holliwoodense se hacía presente; jamás en sus años alguien le cayó lo suficientemente mal como para terminar enamorándose de ella porque “los polos opuestos se atraen”, nada de eso. Él era una persona común y corriente. Sin sobresaltos. Un día, un buen día, salió a comprar, necesitaba hidratarse y desaburrirse del curso anterior. Ese día, su historia fue alterada.

Extracto del libro

Así, por segunda vez el chico se enamoró y aunque en esta ocasión, tuvo más suerte, el resultado seguía siendo el mismo: soledad. Esa soledad que, por supuesto, a los veintitantos años es relativa. Podría tener a una, o a varias chicas, cuando lo quisiera. No era feo, tenía buen sentido del humor, olía bien y hasta hacía ejercicios, no muchos, pero sí los suficientes para tener un cuerpo decente. Además, y por si fuera poco, la dentadura era perfecta. Dientes color marfil, rectos como regla o como chicles de pastilla y parecía moralmente sano, es decir, no era un asesino, un drogadicto o alguien impresentable frente a la familia, en el caso hipotético de que eso fuese estrictamente necesario. A nadie le gustaría presentarle a su abuela o a su madre un chico abruptamente extraño. Dependiendo del vestuario, pasaría por un caballero o por alguien verdaderamente desfasado con la moda.
Pero a pesar de sus múltiples atributos, estaba en el penúltimo año de su carrera y no pensaba demasiado en el amor. Aunque él solía decir que, a la verdad, era el amor quien no pensaba tanto en él. Nunca tuvo ocasión de levantar los libros de una chica mientras sus cabezas chocaban y al verse sonreían y de pronto el amor a primera vista holliwoodense se hacía presente; jamás en sus años alguien le cayó lo suficientemente mal como para terminar enamorándose de ella porque “los polos opuestos se atraen”, nada de eso. Él era una persona común y corriente. Sin sobresaltos. Un día, un buen día, salió a comprar, necesitaba hidratarse y desaburrirse del curso anterior. Ese día, su historia fue alterada.

viernes, 4 de junio de 2010

Dibujando corazones.

Escribiendo canciones.

Dedicando poemas.



El amor es un estado espiritual. Definitivamente enamorarse es algo que trasciende el mundo natural.

Así que por eso, muchas de tus preguntas, no tienen respuesta lógica ni normal, porque el amor supera lo natural.