jueves, 25 de octubre de 2007

De la soledad

Todos hemos vivido momentos de soledad. A algunos les preocupa, a otros les asusta y los menos, pero con más fortuna, la disfrutan. Sostengo la tesis que la soledad es una bendición, hasta que nos hace falta alguien. Cuando sientes que extrañas a alguien, las sonrisas, las ideas, sus colores, sus olores, la soledad se torna en una venganza, un castigo.
Los minutos se hacen cómplices con los segundos para pasar lentos y acuerdan con las horas que llegarán con retraso. Los días se vuelven tediosos y las noches eternas. Las tardes son lluviosas, grises, las noches son aburridas.
Viste que hay días que darías cualquier cosa por no estar aburrido, pero no, no hay algo qué hacer.
A la verdad, entonces es cuando empiezas a apreciar los minutos junto a las personas, cualquiera que sea. Descubres la maravilla de la imaginación para dibujar rostros mientras cierras los ojos, entiendes por qué la soledad es amiga y es enemiga. Es amiga cuando te hace pensar cosas productivas, pero es el peor rival cuando ella te lleva a inventar cosas amargas, a imaginar dolor.
La soledad mata el entusiasmo más grande, te hace alguien sin color. Te acostumbras a ella, te das cuenta que finalmente es mejor aprender a convivir con ese algo que será tu única compañía. Empiezas a discutir a solas el por qué te toca estar a solas, con la soledad. Ves sus ojos, entiendes que conoce tus puntos débiles.
A solas con la soledad. A solas contigo mismo. A solas con lo peor. A solas con lo mejor. A solas, solo.






domingo, 7 de octubre de 2007

De los recuerdos

Y sí, vivir es volver a recordar...para algunos se trata de buenos recuerdos, para otros todo lo contrario. Generalmente recordamos en momentos de soledad, de angustia, de felicidad o cuando estamos haciendo un balance de nuestra vida. Vienen pensamientos bonitos, imaginamos qué pasó con tal o cual cosa y persona, pensamos en lo que hicimos que nos condujo hasta donde estamos y suele ser algo muy especial.
Recordar con nostalgia los momentos que viviste junto a alguien es algo que generalmente nos pone muy anuentes, nos debilita frente a los demás. Piensas en las risas, los comentarios, las aventuras que hoy son recuerdos. No entiendes por qué se fue, pero le amas igual.
Es entonces cuando queremos volver a ser niños. Es porque quieres dejar por un lado la responsabilidad y despreocuparte por las cosas difíciles de la vida, de las cuales se preocupaban tus padres antes. Imaginas cómo jugabas, esa agilidad y destreza que manifestabas. Recuerdas a los chicos que eran compañeros de travesuras, la chica que te gustaba y nunca lo supo. Piensas en las cosas que atrevidamente viviste, recuerdas aquel golpe que te dolió mucho, que sabes que ahora no soportarías de ninguna manera.
De los recuerdos buenos y de los malos. Piensas amargamente en las causas de tus desgracias, la primera vez que hiciste aquello que te ha destruído, tenías miedo pero no abandonaste y decidiste llegar hasta el fondo.
De los recuerdos, hay tanto qué decir, pero ya pasó.


Arenas del alma

Cuando no te soportas a ti mismo, entiendes que no le caes bien a todos.  A momentos me dan ganas de ser otra persona y poder verme, para saber cómo soy, en qué categoría me tienen.  Saber si determinadas personas que me importan me perciben como alguien agradable o si, como sospecho, simplemente no les importo, no soy alguien de interés.  No me estoy quejando ni se trata de complejos.  Ya dicen, vivir sólo es eso, pero ¿por qué es tan difícil?, quizás no es difícil, sino que lo complicamos.

Hay quienes sonríen y dicen disfrutar la vida pese las malas circunstancias y eso es bueno.  A la verdad no creo tener ese tipo de problemas conmigo mismo, sino, como siempre he creído, talvez se trata de un problema mental, un desacomodo.  No puedo ajustarme a los patrones de la sociedad, sigo sin entender muchas cosas y eso me hace sonreír por alguna extraña y curiosa razón.

He tenido la gracia, bendición o fortuna que estoy rodeado de algunas personas espectaculares, sin iguales.  A veces tenemos esas arenas en el alma que nos estorban, que nos recuerdan que no todo es como imaginamos.  La vida ha de ser en blanco y negro.  Y no tanto por los extremos opuestos, sino por la cantidad de grises que hay en el medio y de pronto ese es mi problema: no entender que las cosas no son como creo que son, ni como no creo que son, sino como no he imaginado.  Qué sé yo.



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